Te imagino solo de torso, con una cara de felicidad terrible. Seguramente estarás allí, donde siempre has querido ir, con quien siempre has querido estar...
Me invadía una rabia capaz de levantar pirámides, porque la ingestión de pastillas, al fin y al cabo, la habías hecho por mis rechazos a tus cada vez más constantes intrusiones en mi vida. Sin dejarme elegir los momentos en los que deseaba compartir mi tiempo contigo.
La rabia la canalicé en un solo pensamiento... lo que había ocurrido no dependía de mí. Yo no tenía el control sobre tus acciones, y no debía sentirme responsable de la escena que contemplaba. Inicie sin tener conciencia de ello movimientos circulares con los brazos acompañado de respiraciones profundas, para acabar depositando las palmas de mis manos sobre tu cuerpo.
Un chorro de energía unió el espacio que separaba mis manos de tu pecho, se me erizó el cabello y después de que una lombriz de vida atravesará mi cuerpo para introducirse en el tuyo, despertaste tranquila de tu viaje.